Los cielos estrellados
o la ilusión que trae
desde niña,
jamás arrullan en las
madrugadas
tras la infame faena.
Desde el modesto cuarto
de alquiler
crece su fama hasta el
siguiente barrio;
por eso ella sueña otra
suerte,
mientras reprime sus
instintos maternales.
Mírenla, mírenla hombres
lascivos:
su cuerpo protestando
insultos y atropellos,
su rostro de labiales y
rímeles corridos,
sus mil historias de
estupros y opresiones.
Ninguno de vosotros
querría prescindir
del oculto comercio, del
néctar del pecado;
como tampoco nadie,
involucrarse en su
destino.