domingo, 7 de julio de 2019

Dueño de mundos



Escribió anoche un poema superior (según él).
No voy a describir las pinceladas de los versos
ni la manera en que logré llegar a su mensaje;
sólo digo que los vocablos, dentro de mi mente,
revelaban sin dudas la cultura del poeta
y su razonamiento carente de cualquier idealismo,
libre de artilugios retóricos y de metáforas enmarañadas.
Concebía la realidad como inspiradora de versos,
y el amor como alquimia
de sentimientos y emociones psíquicas.

Tuvo el poema varias horas en la punta de la lengua,
la tuvo escrita en la pared, sobre un cuadro abstracto,
el 27/100 de un serigrafista francés.
Luego los cascarones de huevos de patos se rompieron,
salieron uno a uno los polluelos
y se encaminaron en fila —graciosos—, a lo largo del poema,
hasta la gran laguna de la vida, donde se siente ser
los dueños incomparables del mundo.

Yo digo que el poeta pudo haberse sentido
el verdadero dueño de ese mundo;
pero, muy pronto, lo apartó de su interés,
porque pensaba en escribir un poema supremo.