Escribió anoche un poema
superior (según él).
No voy a describir las
pinceladas de los versos
ni la manera en que logré
llegar a su mensaje;
sólo digo que los
vocablos, dentro de mi mente,
revelaban sin dudas la
cultura del poeta
y su razonamiento carente
de cualquier idealismo,
libre de artilugios
retóricos y de metáforas enmarañadas.
Concebía la realidad como
inspiradora de versos,
y el amor como alquimia
de sentimientos y
emociones psíquicas.
Tuvo el poema varias
horas en la punta de la lengua,
la tuvo escrita en la
pared, sobre un cuadro abstracto,
el 27/100 de un
serigrafista francés.
Luego los
cascarones de huevos de patos se rompieron,
salieron uno a uno los polluelos
salieron uno a uno los polluelos
y se encaminaron en fila —graciosos—,
a lo largo del poema,
hasta la gran laguna de
la vida, donde se siente ser
los dueños incomparables
del mundo.
Yo digo que el poeta pudo
haberse sentido
el verdadero dueño de ese
mundo;
pero, muy pronto, lo
apartó de su interés,
porque pensaba en
escribir un poema supremo.