sin Dios a quien clamar,
si no estás arañando revertir
la turbación que siento al verte
en placidez dormida?
Antes no conciliabas el sueño sin mí.
Si estás tan próxima existiendo
y yo te veo al otro lado de mis mares,
es como si jamás hubiésemos jurado
la pasión que nos tuvo
por años caminando a besos las arenas.
Ahora, sólo en el invierno duro
te rozas, huyendo del frío, a mí,
como una rama tímida
que toca el agua del arroyo
en época de lluvias
y luego de una gran crecida.
Es como si uno de los dos
se hallase muerto para el otro,
o como si uno de los dos
compartiera alcoba con un cadáver.
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