lunes, 30 de marzo de 2020

Traición imprescriptible


Vivían solos desde añares, desde que el último hijo también se marchó.
No festejaban ya sus cumpleaños (sería como aplaudir cada día un escalón más a la fosa).
Rutinariamente, se trataban con cierta educación y prudente distancia. Se volvieron sensibles a la opinión del otro: le daban importancia. Ambos reaccionaban con cierta histeria ante el menor recuerdo incómodo exhumado.
Una noche, acercándose con ilusión a ella, él le dijo:
—¿Me amas todavía?
—Por supuesto que te amo. No viviría contigo si no.
—Déjame darte un beso, entonces.
—¿Por qué no se la ofreces a tu amante?
—¿Qué amante? ¡Yo no tengo amante! Ni siquiera salgo de casa.
—La que vive en mi mente desde hace treinta años.