Quizá la noche no se
vuelva larga
y voltee su atmósfera aburrida.
Es penoso el desvelo: agua
herida
tratando de saciar la sed
amarga.
En esta lenta eternidad,
la mente
del ensueño no es sino
carcoma.
Quizás retorne el vino en
la redoma,
aquella forma de vivir sonriente.
Alimentando el nocturnal
derroche,
la memoria compurga el
desaliento
en las adversas márgenes
del brío.
Y espera persistir en
esta noche
hasta que con la aurora
el nuevo aliento
vea volar los pájaros del
frío.