Cuando el ámbar, el
sándalo, insurgente
tu espíritu arrebate a
los jardines
del reino de tu meta, y
sus festines
surtan pociones de la
azul serpiente;
cuando alcances el río
evanescente,
donde el curso, ante
sones de violines
y retozos de dulces
serafines,
es pura luz de la
inmortal corriente...,
glorioso pájaro de nunca
olvido,
entre briznas de
intrépidas verdades
disfrutarás de atiborrado
nido.
Y cuando su soflama ceda
el fuego
—porque cíclicas son las
heredades—
recogerá tus lentes otro
ciego.