martes, 24 de marzo de 2020

Petrarca

Inmortalmente herido por la flecha
de Cupido —dios sádico y bromista—,
un viernes santo —infortunada fecha—,
emprende la quimérica conquista.

El canto dulce de incesante endecha
desoye Laura y niega la entrevista,
mas la ilusión del vate firme acecha
mientras esculpe su laurel de artista.

¿Fue Amor el que produjo tantos daños
a la pasión, al sentimiento puro,
a la turbada fuerza que lo anima?

¿O acaso fue su vida, en esos años,
artería que enuncia: «Yo no abjuro
de este amor como esencia de mi rima»?