Olvidar métricas, ritmos,
palabras, deseos
de perfección. Solo
quiero la luz de una pradera,
vivir no con mi yo, ser
viento, lluvia,
la danza amorosa del pájaro
campana.
Tener alas y canto sutil
(nunca más acosar a mi yo),
manos inquietas, yemas
duras para el teclado,
letras rojas de
terciopelo, certeza azul.
Olvidar los implantes y
escribir
toda la noche, porque escribir
es la gracia.
No deseo más que sueño,
imaginación,
más que el recuerdo, la noche,
más que el eterno vaivén
de la verdad y la belleza.
Ayer fue triste y apático;
pero hoy, ahora, en esta hora,
pensamientos excitantes,
los asombros del mundo,
coloridas imágenes,
metáforas insólitas
y los primeros versos.