Toca la parca un día tus
aldabas;
y aquella presunción, en
la ordalía,
del momento fatal, cuando
soñabas
la angustia de saberte en
agonía,
se torna realidad.
Y la porfía
del arte de vivir, cuando
luchabas
en círculo, creyendo que
alcanzabas
en la existencia vasta
maestría,
es solo vanidad.
Y ahí, temblando,
abandonas tu viejo
agnosticismo,
buscas en tu memoria el
espejismo
piadoso, la visión infante,
cuando
en susurros tu madre,
tras el velo,
te revelara la entidad del cielo.