miércoles, 22 de abril de 2020

En pos de la presa.


Hallamos que el sendero de los tigres
es un destino que columpia
entre la emoción de encontrar la presa
—para seguir con vida en este mundo—
y ese temor de que la fuerza mengüe
—la rapidez, por cierto—
para que un tiempo de vacilación
se vuelva amo de las garras.

Ambos presentimientos glorifican la vida,
el nervio evolutivo,
las claves que la mente desarrolla
para aumentar la astucia.

Jamás alcanzarán sus músculos
el garbo de sus ancas
si no tiende la búsqueda de víctimas
al arquetipo inmemorial de los felinos:
la fe en el ánimo curtido,
la expectación de la manada.

Donde se engendra la dinámica
de las llanuras, razonable es
presentir los instintos del pasado,
el ADN que detenta
las carnicerías eufóricas,
donde los recursos genuinos son
para la lucha por la vida.

El reto, entonces, puede provocarse
a voluntad, y la carrera
se trasforma en ingenio y herramientas útiles
que funcionan a la manera heroica
de los ataques temerarios,
con los genes triunfantes, día a día,
sobre la tozudez del hambre.