Esta lluvia, cobijo de
los ojos,
lame la flor y exhuma el
terciopelo,
se escurre en agua arisca
por el suelo,
inundando el jardín y los
antojos.
Solfa antigua, trovar en
ritmo leve
con pulsos del espíritu;
ventura
para el hombre perdido en
calma impura,
reloj de finitud y canto
breve.
Pronta será su cíclica
presencia,
empapando la atroz
evanescencia
del pétalo en el iris
sensitivo,
en innúmeras tardes
repetida
sobre la rosa ausente, ya
sin vida
tus manos, ya sin manos
su cultivo.