Dormita el sol
detrás de los alcores
hartos de su piel desnuda,
y en la pradera exigua
del delirio
se conjuran los crótalos
del tedio,
carentes de las bíblicas
manzanas.
El otoño cayó sobre su
risa
sin previo aviso,
bordando hoy de ocre el
frenesí.
Las dríadas de piel
rojiza de sus noches
de hojarascas recubren
hoy sus senos.
El macho ausente y la
mudez del pubis,
¿qué lujuria, en la noche
derramada
por dormidas luciérnagas,
encenderá sus labios?
El viento calla la pasión
en fuga.
La amazona sin brío,
valquiria de los prados
de la carne,
descabalga por siempre.
Su angustia es un eco
de la gloria carnal que
consiguiera
la lejana libido.