sábado, 22 de febrero de 2020

Paraíso terrenal


No sabe cómo fue a parar a ese oasis
salvador de vidas extraviadas en el desierto.
O tal vez lo sabe pero nunca tuvo
la necesidad de exteriorizarlo.
Quizás fue su mujer quien lo impulsó
a rebelarse de su despreocupada forma
de soportar su cautiverio anterior.

Lo que a mí me consta es que ella lo ayudó
a escapar de la maldita esclavitud de los empleadores,
y se alojó con él en el oasis.
Pero ella sale, va a la ciudad y viene,
se escabulle y no se escapa, y lo tiene para ella sola
(sólo con pequeñas quejas por parte de él).

Para ella es más que un simple oasis:
es el mismísimo paraíso terrenal.
Es el cielo en la tierra que le proporciona
todo lo que femeninamente requiere sentir:
amor de hembra, amor maternal, amor filial,
amor floral y amor a su loro encantador.
Qué más le puede pedir a la vida.
Tiene todo: agua fresca en el clima cálido 
(que ahuyenta las enfermedades),
fresco alimento y un refugio contra las tormentas de arena,
caricias al dos por tres y a cualquier hora. Masajes.

Es como para cantar alabanzas a Dios todas las tardes.
Recuperar los Ángelus, la sonrisa espontánea
de los mansos que heredarán la tierra.