Se puede vislumbrar que
ciertos hechos cotidianos pueden provocar grandes cambios en el curso de las
vidas de las personas, e incluso, en el de personas que nada hicieron para
provocarlas. Siento una terrible pequeñez humana ante la fuerza de esos cambios
bruscos que, en un instante cualquiera, determinan grandes alegrías o tristezas
en el ser humano. De una u otra forma, se puede inferir, que somos esclavos de
la fatalidad; que hagamos el esfuerzo que hagamos, siempre estaremos ante la
posibilidad de que algún designio, favorable o adverso, cambie levemente o para
siempre el curso de nuestro destino. Y no en vano, dijimos, que vivimos
esquivando la muerte a cada instante.