Empecemos diciendo: «la casa está en penumbras»,
con su llovizna de silencios,
con su derrame de memoria,
y hace años que sé demasiado de ti.
Estás dormida como una pequeña caracola,
bajo la suave onda de la sábana,
esperando mi voz que te despierte,
ya que has perdido la noción del tiempo
en ese onírico naufragio.
Hace semanas que te observo
mientras discurres en mi gris presente;
el otro día, con la lluvia mansa;
y el otro, tras el humo del café,
cuando mentías de amarme todavía.
Te observo en mi presente sin futuro,
aunque orgulloso de nuestro gran pasado.
Hace semanas que revivo tu figura
en tanga de seda con volados.
Y en este instante oscuramente franco,
luego de innumerables noches
en que seguimos durmiendo en la misma cama,
ya nada sé de ti, ya nada sé
de aquella admiración que me tenías.
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