Si yo
hubiese transitado
la
otra azarosa vía
que
me perdiera de ti,
hoy
me hallaría
sin el
júbilo de tenerte
y a
merced de los albures.
Y tú,
la Helena de mi Troya,
cobijada
en mi pecho
con
tu pasión tranquila,
mientras
la luna va rindiéndose
sobre
tu piel desnuda. . . ,
¡jamás
hubieras existido!
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