La vida nos consume en
bufa broma
—humor de algún demonio—,
gracia incierta;
de par en par nos abre su
compuerta
al inerte jardín de
rancio aroma.
En la babel sin límite,
el idioma
de pájaros azules, en
abierta
explosión de sus trinos,
encubierta
tiene al alma en su
vítrea redoma.
Las flores consteladas,
las ausentes
experiencias, reviven
alegrías
en los colgajos de los
hondos días;
abruman con sus lámparas
candentes,
y animan con sus rayos
inclementes
estas horas de grises y
apatías.