-Para algunos, la vida cristiana consiste en que el hombre viva para Dios, poniéndole fin a la ambición, a la gloria y a la reputación en el mundo; sin embargo, para otros, la verdad se encuentra en un razonamiento contrario: que el hombre acceda y disfrute de las mieles de la gloria terrenal, agradeciendo a Dios estos logros.
-La vanidad del hombre sería malo si perjudicara a otras personas; pero, si por el contrario, el triunfo de un hombre en el arte, en la ciencia, en el deporte, en la milicia o en la política, hace feliz a su entorno, podríamos deducir que el triunfo es grupal y no individual. Cada una de las personas que rodean al triunfador, de una u otra forma, siente que le corresponde una cuota de recompensa por haber, aunque sea mínimamente, influenciado en la consecución de aquel éxito. Hasta la cocinera del hombre exitoso piensa que tuvo algo que ver con la llegada a la meta: cuanto más no sea por la seguridad que le brindó al buen funcionamiento de las gloriosas tripas.
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