Para escuchar tus voces, y en sus tonos
cifrados adentrarte, es preciso
detenerte en las postas
donde auscultar tus turbios espejismos,
surgentes cual espanto
cifrados adentrarte, es preciso
detenerte en las postas
donde auscultar tus turbios espejismos,
surgentes cual espanto
de aves, que en sus nidos
dormitan en el bosque de tu espíritu.
Con sus vientos ariscos
te enfundan la mirada
dejándote cautivo,
te tupen sus matices
y estruja el corazón sobrecogido,
te exigen un café como una tregua,
pues claman tus latidos
toscos, desbordados,
un freno en la vorágine de símbolos.
Al regresar convaleciente
a su encanto dormido,
de nuevo esa voz sin órbita
sacude los nerviosos nidos
de tus aves con gran empeño vueltas.
Oír las notas como trinos
te enfundan la mirada
dejándote cautivo,
te tupen sus matices
y estruja el corazón sobrecogido,
te exigen un café como una tregua,
pues claman tus latidos
toscos, desbordados,
un freno en la vorágine de símbolos.
Al regresar convaleciente
a su encanto dormido,
de nuevo esa voz sin órbita
sacude los nerviosos nidos
de tus aves con gran empeño vueltas.
Oír las notas como trinos
requiere ir muriendo
con la paciencia
del mendigo,
el silencio
de las montañas
bordeando el
abismo.
Requiere tantos años de tu vida,
Requiere tantos años de tu vida,
que no te alcanzará este
siglo.
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