Bregar por la simétrica estructura,
por la cifrada luz de ignota estrella,
verter el corazón la sangre aquella
que cubre el verso de infinita hondura.
Los horarios regir al albedrío
venciendo la indolencia acosadora,
implorando a la musa seductora
el desnudo impudor a su extravío.
Cada vez, invocar con alabanzas
los métricos esquemas y sus dones,
saltando los vetustos eslabones
para empuñar las inmortales lanzas.
Y doblegar con ritmo y melodía,
ebrio de azul, la indócil armonía.
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