Ayer estuve
debajo de la brisa
mientras cargaba un
detestable tedio,
y me nació un baipás
de meta a realidad.
Aderezando un pollo sin ganas de comer,
me enmudecí los
versos muy chillones,
y el mundo se venía
abajo
acompañándome.
Entre ayer y hoy
no tuve tiempo
de caerme
más hondo.
Y en la hondura
rescato,
de aquel museo
entomológico,
una ensartada
mariposa por un alfiler,
con su momificada
perfección.
Sus alas palpitaban
tras el vidrio
ante el leve soplido
de la respiración.
Decido, entonces, no
rendirme y escalar
el lado más
escarpado del día
sin detenerme hasta
la cumbre,
para luego lanzarme
al gran vacío,
para volar.
Para volar con las
frágiles alas
de aquella mariposa
muerta.
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