dejando a oscuras el camino.
Aunque acogidos en la noche repentina,
el mal presagio que despierta la negrura
cierne amenaza de maldad sobre nosotros.
—¡Una cueva! Busquemos una gruta,
el regazo de las piedras.
—¿Una cueva en las sombras? ¿Otra noche
en medio de la noche? ¡No!
—¡Las ramas de algún árbol! El susurro
de sus hojas sosegará nuestro temor.
—Siempre se filtra el hambre entre sus troncos,
donde acechan los pájaros carnívoros
y otros depredadores.
¡Definitivamente, no!
—¡Por Dios! Entonces: ¿qué sugieres?
—Que esperemos el alba, aquí, sin movernos,
soportando el temblor, hasta que llegue el día,
para salir
victoriosos del miedo y de la sombra.
victoriosos del miedo y de la sombra.
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