La tarde inexorable
—despedida
de un día más en el
sufrido intento—,
deja escuchar la voz introvertida,
rezagados repiques de mi aliento.
Y calcina en el alma la partida
deja escuchar la voz introvertida,
rezagados repiques de mi aliento.
Y calcina en el alma la partida
el tibio sol que
acariciaba el viento,
dejando la pradera consumida,
dejando la pradera consumida,
destino de implacable
cumplimiento.
Voy siguiendo la vía, las
señales
que ha dejado la lucha en
mi memoria.
Voy dejando razones de
mis males
por este sueño estéril de
la gloria.
Hoy veo que mis aguas son
del río
donde curso sin libre ni albedrío.
donde curso sin libre ni albedrío.