Busco a Dios en la médula
del cosmos
con mis escrutadoras
esperanzas,
explorando las últimas
estrellas
con el ojo avizor de los
instintos.
Tengo dudas sobre el
lugar celeste
donde dispone la deidad
su alcoba:
si en la verde extensión
paradisíaca
o en la pía metáfora del
cielo.
Busco a Dios en la
entraña de la tierra,
en la mágica luz de los
estíos,
en las vibrantes horas de
la dicha
y en la dura certeza del
adiós.
¿Acaso no estaré
aplacando el miedo
que me crece voraz ante
la muerte?