Muere una tarde más, nace
el espanto
de verme perseguido por
la noche,
en soledad que vierte su
derroche
de remembranza y queja y
desencanto.
Sin fuerzas ya para
buscar el canto,
perdido más allá de
medianoche,
se agudiza en mi espíritu
el reproche
por la locura de quererte
tanto.
Me desconoces: soy un
extranjero
en tu mundo amoroso, sin confianza
ya para recobrarte, y con
la lanza
de un demonio clavándome
su acero.
Me resigno, no existe ya
esperanza,
y en el albor que llega
sombra espero.