Compartíamos todo:
festivales de rock con
yerba,
whisky con mucho hielo y
cigarrillos,
hamburguesas con papas
fritas,
el buen sentido del
humor, el fútbol,
las folclóricas peñas con
guitarras,
y una robusta juventud
que sabía encontrar
placer entre las sábanas.
La encontré anoche en
Facebook,
y la sonrisa en su perfil
me abrió aquel mundo que
dormía
entre mis mejores
recuerdos,
aquellos años de
verdadera prisión,
dulce prisión entre sus
brazos.
Y quise verla, quise su
mirada,
sus gestos, tics, señales
de cuánto me amó;
y su respuesta recibí:
«Ya no somos los mismos. Será
mejor que no».
Y lo infame de todo fue
que parecía indiferente
a los tantos momentos
juntos
que mi memoria atesoraba.
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