viernes, 9 de agosto de 2019

Las cadenas de utopía

Nunca estarás conteste,
encadenado a la tendencia
de inmolarte en intrigas de la corte,
yendo por trochas insufribles,
con el cric repetido en las ventanas carcomidas,
comadreando con tediosos tecnócratas del arte,
al compás de la abulia —sabuesa de los pasos.

Recuerda que en las noches todo es júbilo:
las mujeres se aturden de lúbricas maneras,
sus senos palpitantes de emoción
acampanados vibran para tus tímpanos remotos,
sus cuerpos se desnudan sobre las blancas páginas;
y tú, vampiro de unos cisnes a tu alcance,
rechazas sus sonrisas seductoras,
sordo al crujir de sus deseos,
y en las remotas nubes
persigues espejismos de utopías.

Nunca podrás librarte de tus nudos:
las rutas se han poblado de fantasmas;
tus colegas, de a poco,
cenizas son en urnas del pasado.
Van perdiendo tus ojos su arco iris,
el río de la sangre va dejando de nutrir tu pradera,
y eres el hacedor de los días hostiles,
atrapado en la inercia de un avance ilusorio.

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