Se ha ido —¡quién sabría a qué regiones,
y cómo descifrar su alejamiento!—,
entonando quizás en otro viento
la mítica belleza de sus dones.
Te perturba el silencio de sus sones,
susurros que en el ciclo del aliento
derrama sobre el labio del tormento
hechizos de las pulcras expresiones.
Versos plenos de incólume poesía
cuya vuelta será siempre absolución;
y en la recuperada sumisión,
indulto a su frialdad y rebeldía.
Entonces, con la luz de la fortuna
te alumbrarán los rayos de la luna.
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