en el paseo por las calles
de este barrio que existe
con sus detalles múltiples.
Me contagia
esa costumbre sosegada
de amar los actos simples de la vida,
del saludo cortés,
del contento que brinda la paz interior,
del final de la tarde con sus espejos ocres.
Debería cerrar con lágrimas mis ojos
y retener el tiempo por la vida que va,
por lo tarde que veo tanta belleza última,
por años de ceguera en tardes como ésta.
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