En el colmado jardín crecen esbeltas palmeras,
rosas de profusos pétalos y copos de crisantemos.
Me consagro a la labor del espinoso cuidado,
con diligencia y esmero, buenas horas de mi vida.
Soñolientas de humedad, ancestrales conmociones,
enigmas enmarañados, fuerzas mudas, vegetales,
se despiertan, se levantan, se desnudan voluptuosas,
dóciles a la lujuria, derrotando la extinción.
Vencida en la plenitud, desterrada está la muerte
hacia arcanos nebulosos, en un futuro infinito.
En el reino silencioso nadie persigue jamás
ángeles del destino, quimeras de los cielos.
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