martes, 28 de enero de 2020

Soneto de la plenitud

Esa luz de los lóbregos tormentos,
esa canción de noches silenciosas,
ese hechizo que emana de las rosas,
esa miel de los ácidos momentos.

Ese bosque de piel, cumbre de alientos,
donde el ave, en noches tormentosas,
acurruca sus alas presurosas
sobre tibios follajes irredentos.

Esa charla de lluvia sin dilema,
presagio de cristal y melodía
que riegan a los árboles del día.

Ese beso y la urgencia del poema,
la infinitud del alma, aquella extrema
resonancia que nuestros pasos guía.