La vida nos consume en bufa broma
—humor irremediable, gracia incierta—:
de par en par nos abre su compuerta
al efímero edén de grato aroma.
En la babel sin límite el idioma
de pájaros azules, en una abierta
explosión de sus trinos, encubierta
tiene al alma en su fúnebre redoma.
Las flores consteladas, las ausentes
experiencias, reviven utopías
en los colgajos de los hondos días.
Y alumbran con sus lámparas candentes,
y queman con sus rayos inclementes
nuestras horas de lentas agonías.
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