También existen las anécdotas
en la agonía.
Cada noche, cuando voy pereciendo,
transito por un túnel
hacia el ignorado profundo,
sin bombillas eléctricas, a tientas,
como un ciego abatido
que ve arruinarse inexorablemente su visión.
Mi vida, triste mecha,
limitado pabilo
para el candil que se oscurece,
al apagarse y percibir la infinitud,
es renovada luz para el eterno faro
que alumbrará
que alumbrará
mi silencio, la sombra de mi espíritu,
mi nada.
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