En la espera del dedo
acusador
que lo encamine a comprender su crimen
que lo encamine a comprender su crimen
—negarse a combatir como
soldado—,
dignamente aturdido,
la gorra descubriendo su calvicie,
con sus dedos contraídos por el ansia
de fumar un cigarro,
sus espaldas padecen la derrota del príncipe
que destruye su trono
por excesos de intrigas palaciegas.
dignamente aturdido,
la gorra descubriendo su calvicie,
con sus dedos contraídos por el ansia
de fumar un cigarro,
sus espaldas padecen la derrota del príncipe
que destruye su trono
por excesos de intrigas palaciegas.
El aire es del tabaco y las axilas.
Alguien mató a su madre
escondiendo el cadáver
en un tambor. ¡Piedad,
piedad!
Llega una voz apestosa de
ratas
desde la negra celda:
grita y grita.
En la antesala del verdugo
En la antesala del verdugo
las sonrisas macabras se
desnudan
—a cara descubierta
listo para moler los sueños,
para apretar cogotes bajo el agua—.
—a cara descubierta
listo para moler los sueños,
para apretar cogotes bajo el agua—.
Y luego un trago.
El aire es del que tiene la pistola,
El aire es del que tiene la pistola,
el garrote y el látigo.
El aire es de las moscas
que sueñan los sudores,
las babas sucias,
las heridas
abiertas.
Sentado en un rincón,
escribe las sintaxis adecuadas
con un ventilador en la memoria;
se declara menos culpable,
y gestiona por nota la clemencia.
Sentado en un rincón,
escribe las sintaxis adecuadas
con un ventilador en la memoria;
se declara menos culpable,
y gestiona por nota la clemencia.
La tímida Verdad
se retrae en las auras del poder absoluto.
se retrae en las auras del poder absoluto.
Se esconde en el cinismo
de las botas
hundidas en el culo. ¡Qué
perdón ni perdón!
¡Que se vaya al carajo tu
perdón!
Y hace tres días
Y hace tres días
ella lo está esperando en
la vereda.