para abrir cada día las ventanas
e iluminar tu cuerpo con el sol.
Estás tan lejana como tu cuna;
y yo, solo como un candado,
como un caballo muerto en la pradera.
Una triste palmera flota
sobre tu dura ausencia
frente a la inmensidad de mi desierto.
Hoy es uno de esos inquietos días
cuando el alma es ala desplegada
ingenuamente a la locura de los vientos.
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