Sangrando estoy por
lanzas del demonio eviterno.
Tortura sin clemencia con
infame sadismo
mi índole eremita.
Sumido en pesadumbre,
fluyo sobre la copla ansiada
pues nunca en estos
prados cantará el ruiseñor acorde.
Emigraré al averno con la
humana torpeza
de haber desatendido
a las musas de cánticos
sublimes.
El demonio consiente sólo
metas arcanas
donde manchar, borracho
de licores impuros,
los pechos y las ingles
de diosas prostitutas.
Herido estoy y sufro el
revés del nirvana,
la muerte de mi dios,
y estoy en deuda afónica
con los métricos pájaros,
en titánica lucha con la
implacable rima
y anulo manuscritos bajo
nubes de errores.
Sobre este mar -piloto
jadeante-, en cruel calafateo,
en el bote del tiempo que
navega al olvido.