viernes, 7 de junio de 2024

Perdóname la bofetada


A tus pies —gato entre los flecos de la colcha—,
vengo a pedirte consideración. Mi voluntad 
de alejarme de ti era solo un deseo falso, 
un pretenderme libre de los grilletes de la convivencia,
una pueril demostración de mi odioso machismo.

Ahora que la noche se volvió interminable
por mi funesto autodestierro de tus brazos,
me reprocho con reprensiones en mi altar recóndito
estos gemidos silenciosos,
estas ansias de besarte en la nuca.

Lo hecho hecho está: el puñal de mi crimen
(la fuerte bofetada)
sigue temblando en mi mano sangrienta,
mientras observo en tu mirada
un recorrer de gritos por mi mente
y una condena firme sin clemencia ni olvido.

Te muestras fría a mi remordimiento,
a mi ruego insistente para ser indultado.
Allí estás con tu mueca victoriosa,
tu memoria exhumando cicatrices,
oculta en el mutismo de las víctimas.

Permanezco sentado a tus pies frente a ti
con los ojos cerrados para oír tu deshielo.
Ya no respondo a tu rencor:
sólo espero besar tu boca 
de absolución y sexo.

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