Tengo amigos que se han
marchado.
Tengo parientes que se
encuentran muertos.
Y en los que van quedando
veo
sus metas y sus rostros
partidos por profundas hendiduras
—resquebrajamiento
de suelo
degradado por falta
prolongada de lluvia—,
la sensación de ausencia
irremediable de ser vivo.
Y reparo y oigo el
temblor del turno
y el ansia de las aves migratorias
y el madurar del trigo en la pradera.
Y me inclino a los labios de mi primer amor
y siento la pasión en mi memoria muda
y la sangre en mi corazón abierto.
Camino con ellos en la intemperie de los días
y el ansia de las aves migratorias
y el madurar del trigo en la pradera.
Y me inclino a los labios de mi primer amor
y siento la pasión en mi memoria muda
y la sangre en mi corazón abierto.
Camino con ellos en la intemperie de los días
como un sobreviviente
que atónito se mira a
cada tanto
en el sucio espejo de la
laguna.
Y veo que también he
cuarteado
mi rostro y meta contra
el sol del tiempo.