Vivo esta hora de noche
profunda
y amanecer lejano,
donde no ves el mentiroso
azul del cielo
y no oyes aún los cantos
de los pájaros,
donde la música avanza
por los siglos
con pianos y violines
con pianos y violines
apaciguando nieblas y
desmanes del alma.
Mi milenario cuerpo
—que ha
recibido ya
visitas de murciélagos del
tiempo—
ha pedido refugio en las
regiones
de los antepasados,
donde para siempre será
un extranjero queriendo
volver a su país.
Vivo esta hora de noche
profunda
y amanecer lejano,
donde navego en las aguas
tranquilas
en mi nave sin brújula.