Una crisis en el ritmo
del corazón
vuelve al otoño, áspero;
al sol, verdugo;
a la granada de la
gloria, una estampida
bajo la noche gélida.
En territorios
arteriales
el río se deshace
caudaloso,
y en su sangre se ahogan
los días y las noches,
y advierte la pasión el
tiempo
como hormigas de luces,
nocturnas cuchilladas en
los ojos,
una frivolidad en el
destello,
en la sombra del pálpito,
una media luz recostada
en la nostalgia,
un río con su cauce sin
canción,
un árbol que rechaza ya
su bosque,
una semilla que se abre a
destiempo
y nunca recupera su
húmedo destino.
Una crisis en el ritmo
del corazón
convierte el horizonte en
espejismo,
y cada paso nuestro sobre
el día
recula de su espanto
como corriendo de su
muerte para atrás.