por impiedad, la condición humana
advierte su destino: lucha vana
ante el severo oráculo del hado.
De excesos lujuriosos acusado,
Atenas lo abomina y mal se ufana
de su fealdad grosera, de su arcana
esgrima, de su genio disipado.
Consiente su razón el largo viaje
hasta la eterna soledad umbría,
ahíto de la saña y del ultraje,
dejándonos su gran filosofía.
La indulgente cicuta mata al hombre
para engendrar la gloria y el renombre.
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