Desde siempre quise conocer las maquinaciones
que me hicieron tan penosamente humano,
los hilos de Ariadna que se soltaron
en el intento de encontrar mi alma tesea,
aquellas hecatombes que arruinaron mis
fantásticas ciudades,
las cuitas de la nurse que crearon mi alma
complaciente,
las seductoras palmadas ante mis ingenuos
actos de justicia,
las perdidas y secretas razones de la caída
de mi adolescente imperio romano,
la fuente de la cicatriz del ciervo
que anda deambulando por mis páramos,
el robot con mi cerebro que ansío ser en el
tiempo infinito,
las causas de esta herida que sangra y sangra
y sangra
como un río de versos sin mar.
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