La lluvia nace en ti. Te
vuelves novia
y risa en el cristal
bruñido al viento,
vierte tu piel crepúsculo
de sal
donde el cielo a suspiros
se subleva.
Son tus labios galopes
sin memoria,
un buque que deriva hacia
mi puerto,
los brazos ateridos de un
rosal
donde alas de pájaros
chorrean.
Volcán rendido, prado de
lujuria,
tu sangre arría de su
sed. Te duermes
en una sorda infinitud de
ráfagas.
Entonces tus efluvios me
circundan,
la viva luz del frenesí se
muere
y es nuestra tumba la
canción del agua.