El hombre está tratando de
encontrar su risa
y cancelar sus deudas honoríficas.
Quiere a toda costa
un sendero de césped rastrillado para sus
pies descalzos,
trinos de pájaros amables
que le allanen las huellas del
silencio,
encadenarse a la seguridad de
los encomios,
y salirse de algún modo de su semana sin violines.
Mas hoy no le encuentro razón a la tristeza,
ni lágrimas, ni frustración.
No veo saturarse el beso amante
en las esquinas de las ciudades
urgentes,
no encuentro ángeles sin alas,
la levedad del polen deseando
existir
en las tardes de poca brisa y carentes
de aves.
Hoy me asiste el ensueño
acumulado
de los duendes sonrientes
en los bosques que sueñan
primaveras.
Hoy hallo mariposas del ayer,
asombro, éxtasis, ternura,
en el sereno rito del café con
leche,
y encuentro aquella luz, invento
de la luna.
No entiendo hoy al hombre triste.
Me gusta francamente hoy vivir,
sintiendo la alegría de este
día
en el crecer de árboles
inmensos,
cuyas ramas se llenan de
susurros
que, luego de milenios, se
están dejando oír.