Retornar a las mismas
aguas estancadas,
a la misma llaga que
nunca cicatriza,
con la certeza de que el
cuerpo
sigue sumado fríamente
a los giros orbitales del
planeta.
Aunque, pensándolo bien,
no se trata,
precisamente, de un retorno
sino de una huida
abortada.
Para entenderlo mejor:
se trata del despertar
de un sueño que no veía
lo distinto.
Para entenderlo mejor
todavía:
se trata del despertar
cautivo
luego de soñar el
cautiverio.
Retornar a la
insensatez
de buscar en el lugar ya
registrado.