Hagámoslo, querida,
como en los tiempos de
faltar a tu trabajo,
vencidos tus escrúpulos,
dado vueltas reloj y
sensateces
y el solo acontecer que
nos envuelva.
Te espere yo en la
esquina de aquellas escapadas
con mi pasión royendo las
revistas del quiosco,
hurgando en la cornisa
tus alas de paloma,
hasta el instante en que
tus labios
se abran como el cielo.
Hurtándote en la pinza de
mis brazos
te lleve por las brisas
del deseo,
para cambiarte el nombre
a mariposa,
para cambiarte todo:
tus ojos por cristales
que me copien,
tus senos por dos lunas
que ingrávidas me orbiten,
y sólo tu presente que me
ama
dejar intacto.
A puro instinto desbocado
y nula voluntad de
comprender.