La forma o formas poéticas pueden ser premeditadas (cuando se pretende escribir un soneto, un romance, una oda, etc.), como así también absolutamente instintivas, que van creándose a medida que el poeta va componiendo su poema. En ambos casos las formas requieren revisión y corrección (de ser necesarias). Estas formas últimas citadas, nacidas inusitadamente, no dejan de contener la cadencia, la melodía honda (algunas veces imperceptible), no dejan de ser la balsa donde viaja el poema en el mar de la poesía. La conclusión de este pensamiento es que la forma, cuando es caótica, rebelde a los cánones, caprichosa a una cierta congruencia del lenguaje, semánticamente vacía de por lo menos una pizca de mensaje racional, no es otra cosa que un poema deforme.
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