Denegado el pedido de ordalía
degustaba el café la boca ausente.
Dijo adiós con un gesto indiferente.
En ese bar perdí mi poesía.
Herido por la atmósfera baldía
del asiento sin ella y la inclemente
ola de desazón, un impotente
abandono sostuvo mi agonía.
Recuerdo que observé con amargura,
víctima de mi error, tras los cristales
fundirse en el gentío su figura.
Y con ella perderse los momentos
de mi vida felices y esenciales:
el amor a pesar de sus tormentos.
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