Supura la gangrena
del lago pestilente de la carne.
No se le encuentra cura
porque no existen médicos para ello.
¡No sanará jamás!
Los demonios rojizos,
cual cuervos del crepúsculo,
cual hienas aprensivas,
merodean la angustia,
el lento perecer.
¡El vertedero es lugar celeste!
Solo acceden las almas torturadas.
Ahí reinan las negras moscas,
los obesos gusanos
y las voraces alimañas.
Y tú, dios Sol, que bañas
las campiñas con rayos tiernos,
que enciendes de locura
los pétalos del mundo,
que cubres con tu manto verde
la triste soledad de este planeta;
tú, que eres el alma de la vida,
¿por qué tan fétido olor a restos bacanales
emanan de este sitio y no el olor a tierra?
¿En qué conjuro fuiste escarnecido?
¿En qué traición de dioses
se esconden las semillas
que no se hacen ver?
Fantástica quimera de mendigo:
buscar esperanzado
restos de manzanas semipodridas
o mendrugos de pan endurecidos.
¡Ay, Miseria miserable!:
como incurable llaga
reinas sobre la piel del ignorante,
sobre la áspera piel de los mendigos,
sobre la extremidad social.
domingo, 23 de abril de 2017
Miseria miserable
miércoles, 12 de abril de 2017
Daños colaterales en la guerra de Siria
Siria y su dolor
Vengo a invocar la vida. Vengo a gritar una vergüenza más de la humanidad: la cruenta masacre en Siria. Me cuesta escribir sobre Siria porque, indefectiblemente, debo hablar de destrucción y muerte, de la miserable tarea que la «civilización» está llevando a cabo, del miserable espíritu de los homínidos. Y descreo del reconocimiento humano, consciente, reflexivo, del mea culpa ante el asesinato colectivo de mujeres y niños.
Vengo a invocar la vida. Vengo a gritar una vergüenza más de la humanidad: la cruenta masacre en Siria. Me cuesta escribir sobre Siria porque, indefectiblemente, debo hablar de destrucción y muerte, de la miserable tarea que la «civilización» está llevando a cabo, del miserable espíritu de los homínidos. Y descreo del reconocimiento humano, consciente, reflexivo, del mea culpa ante el asesinato colectivo de mujeres y niños.
No tengo amigos en
ninguno de los bandos. Y carezco de todo interés comercial, o del deseo de
conocer Palmira. Ayer era un bullicio la vida en los mercados, eran silencios
de abejas las mezquitas, eran animados y largos regateos en las tiendas de
Alepo, eran las tertulias poéticas en las tabernas de Damasco. Era la fe en la
vida, en el hombre.
Los guerreros antiguos
entraban en trance de guerra dominados por la furia y el deseo de conquista, de
gloria. Los actuales, simples mercenarios viciosos se estimulan con Captagon*, para correr hacia
las orgías de sangre. El objetivo de uno y otro bando es llegar a la macabra
meta sobre miles de cadáveres, puentes de cadáveres para la victoria, puentes
de cadáveres para la derrota. Hubo guerras que se hicieron lejos de las
ciudades. Así deberían de ser siempre, como mandan las normas del humanismo; pero,
hoy, para disuadir al enemigo, algunos vuelven a las prácticas primitivas
de la crueldad extrema: arrojan sus bombas en las calles atestadas, y lo hacen
con impudicia, como perros rabiosos, como hienas hambrientas.
Detrás de cada bala y
delante de ella se encuentran seres humanos indefensos, pero esto carece de
atención por parte de los psicópatas del poder, a nadie importa: el desierto
se encuentra ahí, y el petróleo mana ahí, y la miseria, el hambre, la tristeza
y las bombas están ahí, caen ahí, matan ahí. Y los pobres civiles sobrellevan
sus rutinas bajo el capricho de la fatalidad. Cada día son decenas de mártires
que dejan caer sus cruces, sin lograr volver a levantar sus desvanecidas
esperanzas.
Es difícil escribir sobre
cualquier guerra, porque existen dos bandos, tantas naciones que crean el
terror en estricto secreto. Y digas lo que digas, a uno de ellos no le gustará
lo que dices, y tal vez serás amenazado por los «pacifistas», por las oenegés.
Pero, con cautela, diremos que en los mapas de Siria, en medio de su gran
desierto se han trazado líneas cruciales por donde desean construir oleoductos
y gasoductos, o en todo caso crear nuevas fronteras, nuevos protectorados.
¿Acaso existe una propuesta mejor? ¿Algún plan B? ¿La emigración en masa como
los voraces saltamontes? ¡Jamás debemos aceptar las aberrantes tiendas de
refugiados!
Y que las casas de sus
milenarios pueblos se encuentran llenas de niños que desean jugar a las armas
sin balas, lo sabemos; pero que tiemblan de susto con cada bomba que oyen caer,
también. Y que cada noche en mi mente no hay espacio para albergar las imágenes
de sus pequeños cuerpos acallados, lo sé. Y que estoy condenado a bañarme con
la sangre de los decapitados, so pena de ser atacado por un dron en una fiesta
familiar, también. Pero yo no pediré clemencia a ninguno por mi temeridad. Soy
un idealista que llora en la fiesta de la matanza. Soy una voz amiga, de
esperanza para el pueblo de Siria. Soy un cuervo que denuncia el gen carroñero
de su especie.
*La fenetilina (INN) es
una unión química de anfetamina y cafeína. Se comercializa para su uso como
psicoestimulante bajo las marcas Captagon, Biocapton y Fitton
viernes, 7 de abril de 2017
Rutina
Afuera, la luna empieza a
olvidar su melancolía.
En pocas horas, su cuerpo
será de nuevo polvo invisible,
y yo estaré sentado en mi
antigua camioneta
sufriendo el calor y la
ausencia de mi ser real.
En la aurora se refugian
todos los amantes de la vida,
incluidos tú y yo y las
ranas y los sapos.
Todos semejamos pequeños
bichos de luz,
como valiosas piedrecitas
que pugnan en el magma.
Estoy desperezándome,
luego de dormir sensatamente;
y la voz de la soledad me
dice que no existen los ensueños,
exceptuando las féminas
de mi fantasía,
quienes se alejan del
claror con sus caderas flotantes.
Estoy indefenso en las
puertas del alba. Antes de ir
a trabajar debo matarme.
¡Alguien tiene que vivir por mí!
El amanecer arruina mi
presente: me exige admitir el hábito
que todo el mundo no sé
cómo con indiferencia lo soporta.
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