En mi brazos
y en algunas
canciones retenidas
pesa tu
mundo,
su fatiga.
A veces quiero percibirme adiós,
librarme en la ceguera
de un desierto,
en la callada emanación de piedra.
Yo creí en los jamases daños,
la casa donde inventaríamos el aire
del sonido de lluvia. Creí en los
promontorios
donde enterraste el tiempo
para nacer cada mañana a mi costado.
La parte que me pesa más de ti
—la fatigada parte—
es ese ir-venir por los días
siguiéndote,
porque temo encontrarte
yendo-viniendo por las noches
huyéndome.
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